La luz del olvido

Un pasaje de Antígona que ha arrojado siempre luces a mi vida y escritura: Hemón (hijo) y Creonte (padre) se trenzan en una disputa verbal por un tercero (Antígona). Lo primero que diré sobre esta escena es que aquí veo a simple vista una defensa de las convicciones. No me refiero a los argumentos ciegos de los amantes que tienen que ver con ese puente que les impide su unión. Hablo de la actitud poética que a diario está confrontada por los vínculos sociales y familiares. Hemón y Creonte representan la tensión del lenguaje, la toma de partido, la comunicación inconexa y, no obstante, ambas disquisiciones conceptuales demarcan el juego trágico del destino. Antígona tampoco vacila en sus pretensiones. Por encima del nuevo Rey da sepultura a su hermano incumpliendo la orden de Creonte de abandonar el cadáver a la suerte de los perros. Por la desobediencia la mujer es confinada en una gruta custodiada por una roca gigantesca. El cerco que le tienden a Antígona ilustra el encierro al que el poeta se ve sometido cuando decide defender su obra en los hornos de la tradición artística.